08 octubre 2010

Las cosas que pasan en un billar.

Se ilumina la mitad izquierda del escenario. Se observa la parte trasera de un edificio de ladrillos amplio viejo y maltratado; hay una puerta de metal a la mitad de éste.
Salen entre risa y risa dos jóvenes de la puerta posterior de un edificio viejo y mal cuidado. Se abrazan, se dan unas palmadas en la espalda y cada quien parte hacia lugares opuestos en la gran manzana.
Se apagan todas las luces del escenario.
Se prenden tenuemente las luces de la mitad derecha del escenario. Se observa una mesa de billar rodeada de cinco mesas metálicas y viejas a juego con tres bancos de madera en cada una. En la mesa más cercana al público están los dos jóvenes de la escena anterior con un par de caballitos tirados en la mesa y en la mano su tercer cerveza a medio tomar.
Joven 1- Es que es demasiado pinche irónico si te das cuenta.
Joven 2- Cabrón, realmente no quiero hablar del trabajo. Le da un trago más a su cerveza.
Joven 1- Es que... sólo dime.... ¿cuáles son las putas probabilidades de que a mi me pase lo que a tu personaje y a ti lo que al mío? Digo, ¿cuándo chingaos iba yo a sospechar que mi novia era una caliente que se tiraba a cuanto pendejo se le pusiera en frente? Probablemente jamás me hubiera enterado de no ser porque se encontró con un escritor con ganaba dos pesos más que yo y le susurraba palabritas idiotas a la oreja mientras cogían... como si no la fuera a dejar cuando se canse de los mismos trucos de siempre.
El joven 2 lo voltea a ver con un gesto de indiferencia y le da dos palmadas en el hombro al joven 1 mientras se acaba su cerveza.
Joven 1- ¿Vas a querer otra?
Joven 2- Sí, me pondré la peda de la vida. Se voltea hacia la mesera del lugar que está viendo la novela de las 10pm en una televisión portátil sobre la barra. Disculpa, te molesto con otra chela, por favor.
Joven 1- Mientras yo ando mandando a todos a la chingada, a ti no te he visto la menor expresión en toda la tarde.
Joven 2- No jodas, ¿y qué esperas de mí? Cuando finalmente uno decide comprometerse con alguien, ya que a mis veintiocho eso de andar de piernas en piernas empieza a aburrir; cuando finalmente encuentro a una mujer cálida, trabajadora y que encima es buena cocinando... ¡madres! El destino toca a tu puerta el lunes a las once de la noche vestido de la suegra, que por cierto no soporto, para decirme que es mi culpa que su hija haya sido asaltada, violada y secuestrada cuando venía camino a la casa. Sam, a ti te dejaron, a mí me la quitaron. No chingues porque eso significa no poder hacer nada. Por si fuera poco trabajamos de actores mal pagados en una función a la que cuando mucho llegan cincuenta personas y no olvides que el teatro se está cayendo en pedazos. Estamos jodidos, somos dos pinches pastores jodidos. La mesera asienta la cerveza en la mesa. El joven 2 la toma y se la empina.
Joven 1- Pues sí, tal vez estamos jodidos.
Joven 2- Dejando la cerveza a un lado. ¿Tal vez? Dime, ¿qué hiciste para conseguir este trabajo?
Joven 1- Pues lo mismo que tú, audicioné contra otros tres pendejos y resulté ser un poquito mejor que ellos.
Joven 2- Ésta era mi última oportunidad. Llevaba un año desempleado y estaba cansado de vivir con mis papás. Por lo cual, cuando me enteré de esta obra decidí hacer una “investigación” primero sobre la obra original, su autor y mamadas por el estilo, ya sabes para estar un poco más preparado. ¿Sabes de qué me enteré? Creo que en la época de la Edad Media.
Joven 1- Interrumpiendo. ¿La Edad Media?
Joven 2- Algo estilo The Tudors.
Joven 1- Ahh, ya sé. ¿Qué pedo?
Joven 2- Bueno, pues en la Edad Media las personas trabajaban con diferentes señores y cada gran señor era dueño de unas tierras, a esto se le llamaban feudos. Y había este término: el amor cortés. Se trataba de que cualquier criado o caballero de un feudo tenía permiso de intentar cortejar a la dama de su señor cuando éste salía de las tierras rumbo a una batalla o algo por el estilo. Tenía que ser un cortejo discreto y persistente, en donde el caballero probara que era digno de la señora; ya sabes, hacían mil y un malabares y endulzaban el oído de la señora... todo con tal de recibir lo que ellos llamaban el “galardón”, o sea una buena cogida. Desde entonces, cabrón, desde entonces tanto el hombre como la mujer se movían por sexo. Yo creo que es por eso que en alrededor del amor hay tantos mitos y fantasías, porque sin ellas nos daríamos cuenta de que la mayor parte de nuestra vida la centramos alrededor del sexo. En la primaria y secundaria nos manejamos con albures. Y nada más las hormonas comienzan a alborotarse y también vamos los hombres por la vida “enmielando” orejas, así como van las mujeres por la vida seduciendo con un escote, un movimiento y un guiño. Y así nos vamos de chichis, en nalgas, en piernas... disfrutando de diferentes mieles, saboreando varios néctares. Y cuando finalmente intentas sentar cabeza que sea cariñosa, linda y honesta... y claro, lo de coger bien se sobreentiende, ¿no? No me quejo, sólo creo que debería de haber más cultura del respeto y un poquito más de pudor. No se trata de llenar libretas contando las quinientas sesenta y ocho aventuras que llevas hasta el momento. Se trata de que cuando tengas sexo lo hagas con alguien que te importa y no namás pa bajarte la calentura. Al fin y al cabo creo firmemente que se trata de que dos mitades se unan, se encuentren y se complementen en un acto de amor que conlleva dos cuerpos y, claro, no hay que negar que también un chingo de placer de por medio. Por ahí he oído una frase inteligente: el sexo sin amor es deporte. Eso creo yo, más no te equivoques, igual y sólo son mis debrayes de despechado porque se ha muerto la persona que planeaba volver la mujer de mi vida.
Se apagan las luces y se cierra el telón.

Me encantan las frutas.

A mi admiradísimo Diego Hurtado de Mendoza:

Antes que nada, señor Hurtado de Mendoza, permítame reiterarle la admiración que siento por usted. Podría casi asegurar que en alguna vida pasada fuimos familia porque esos humores tan suyos y tan míos son inconfundibles (y a veces hasta tachados de impropios por los de la nariz respingada). He de decir que he leído su Loa a la zanahoria y he quedado profundamente impactada por la manera tan exquisita en la que usted alaba a la deliciosa verdura. La verdad es que nunca he sido muy amiga de las verduras; sin embargo, usted ha logrado que yo le adquiera un gusto especial a la zanahoria (ya que antes únicamente toleraba a la jícama y al pepino).
Me he tomado la libertad de escribir un par de líneas dedicadas a usted, recomendándole una fruta que yo encuentro de riquísimo sabor:

Permíteme dulce fruta
dedicarte estas estrofas,
alabar tus deleitosos
trozos, jugos y placeres.

Encontramos en tus formas
exquisitas curvaturas
y en tus dulces paredes
deliciosos haberes.

Se te encuentra en todos lados:
en mansiones y terrazas
o en la esquina de la cuadra.

Y varías en tamaños:
grandes, chicas y medianas.
Te ajustas a las medidas
de diversos paladares.
Dibujas en diferentes
Tonos y tonalidades.

Eres un manjar que se
dispone en cualquier mesa.
Ya sea de postre o colación
o acompañado de cerezas.

De azúcares y mieles
te veas acompañada,
aunque también sabes buena
cuando estás de yogurt bañada.

De diferentes maneras
puedes disfrutarla:
morderla o trocearla,
o sólo lamerla y chuparla.

Oh, fruta bendita
que a nadie estás prohibida.
Eres la comida
que a todos satisface.

Muchas veces la prefieren
verde, firme y algo agria.
La verdad es que no hay nada
como una dulce y madura papaya.

Bueno, señor Hurtado de Mendoza, espero que las líneas anteriores hayan sido de su agrado. Espero con ansias su próxima recomendación culinaria y de paso de mando un fuerte y cordial abrazo.

Su seguidora (o fan, como diríamos en mis tierras),
Ariadne.




Un saludo y no me maten.

29 septiembre 2010

Les presento a un joven encantador: Vandalio.

Bellísimos ojos debió tener la supuesta Laura Gonzaga para que Gutierre de Cetina le haya dedicado los siguientes versos:
     "Ojos claros, serenos,
     si de un dulce mirar sois alabados,
     ¿por qué, si me miráis, miráis airados?
     Si cuanto más piadosos,
     más bellos parecéis a aquel que os mira,
     no me miréis con ira,
     porque no parezcáis menos hermosos.
     ¡Ay, tormentos rabiosos!
     Ojos claros, serenos,
     ya que así me miráis, miradme al menos." (Flores de baria poesía, 1577)

Al recitar este madrigal de Gutierre de Cetina se puede saborear la musicalidad que el autor construye a través del poema cuidando rima y el metroel cual consta de endecasílabos y heptasílabos. A continuación se reescribirá el madrigal poniendo en evidencia las rimas y la métrica:
     O-jos-cla-ros-se-re-nos,    (7, a)
     si-deun-dul-ce-mi-rar-sois-a-la-ba-dos,    (11, a)
     ¿por-qué-si-me-mi-ráis-mi-ráis-ai-ra-dos?    (11, b)
     Si-cuan-to-más-pia-do-sos,    (7, b)
     más-be-llos-pa-re-céis-aa-quel-queos-mi-ra,    (11, c)
     no-me-mi-réis-con-i-ra,    (7, c)
     por-que-no-pa-rez-cáis-me-nos-her-mo-sos.    (11, d)
     ¡Ay-tor-men-tos-ra-bio-sos!    (7, d)
     O-jos-cla-ros-se-re-nos,    (7, e)
     ya-quea-sí-me-mi-ráis-mi-rad-meal-me-nos.    (11, e)


A través del análisis anterior se puede notar como Gutierre de Cetina adoptó el verso endecasílabo y heptasílabo, los cuales provienen de Italia. El personaje italiano que más influyó en nuestro romántico empedernido fue Petrarca; sin embargo, también hay un renombrado poeta del siglo de oro español que contribuyó a la lírica de Gutierre de Cetina, Garcilaso de la Vega. 

Aunque, a diferencia de Garcilaso de la Vega, en el autor del madrigal podemos encontrar una antítesis del Locus Amoenus en su Soneto III: "Miro al cielo, los árboles, las flores,/ y en ellos hallo mi dolor expreso,/ que en el tiempo más frío y más avieso/ nacen y reverdecen mis temores". En la cita anterior en vez de encontrar la descripción de un lugar idealizado, encontramos la necesidad imperiosa de contagiar la descripción de la naturaleza con las heladas ráfagas que azotan a Gutierre de Cetina.

Es importante hacer notar que, siendo Gutierre de Cetina un poeta renacentista, éste cumple con ciertas características propias del movimiento, como lo son: el intento por retratar la vida cotidiana, el equilibrio y la armonía. Nuestro poeta ya no habla de épicas fantásticas y caballeros de armaduras oxidadas, sino que se inspira en la sencillez y belleza de los ojos de una de sus amadas. El equilibrio y la armonía se pueden notar tanto en la rima como en el metro, pero, sobretodo, en la sencillez y naturalidad de sus palabras. Se han dejado atrás las frases rebuscadas y el atiborramiento de adjetivos, Gutierre de Cetina no adorna su poesía sino que deja que ésta nazca y fluya desde el alma hasta el papel. 

Entre los temas preferidos del renacimiento se encuentran el amor, la naturaleza, los temas mitológicos y la belleza femenina. En el madrigal de Ojos claros, serenos de Gutierre de Cetina se puede encontrar el tema del amor, siendo el amor por una mujer y el desprecio de ésta hacia el poeta lo que inspira al autor a escribir este madrigal. También, aunque en mucho menor medida, se puede encontrar el tema de la naturaleza al describir el desprecio de los ojos de la amada como "tormentos rabiosos", ya que esto crea una imagen de tormenta en los ojos de la mujer. Y, finalmente, encontramos el tema de la belleza femenina, pues es la belleza de esta mujer y de sus ojos lo que han cautivado al poeta.

Finalmente, me permito aventurar una conjetura: el siglo de oro español es también conocido como la cuna de la narrativa y la poesía satírica. Aunque este poema fue claramente creado para alabar a una mujer, se puede encontrar una sutil burla a Laura Gonzaga. Puede pasar desapercibido que Gutierre de Cetina hace un juego de palabras al decirle a su amada que sus ojos son más bellos cuando ella lo ve con piedad que cuando lo ve con ira. Mi, tal vez, poco entendimiento y mucho atrevimiento me hace darme cuenta de que en los versos "no me miréis con ira, porque no parezcáis menos hermosos" Gutierre de Cetina está diciéndole a la mujer de la cual escribe que cuando ella lo mira enojada sus ojos pierden belleza, lo cual, a fin de cuentas, tiene mucho sentido. Pero, entonces, ¿nuestro poeta se burla sutilmente del enojo de su amada, al parecerle que éste la afea? Se los dejo a consideración.




Un saludo y no me maten.

10 septiembre 2010

Pablos y Dios, Lázaro y Lucifer... Yo

Se alumbra con una tenue luz amarilla el centro del escenario. Se puede ver claramente a una joven dormida en el centro de éste rodeada de varios libros y varias hojas sueltas, algunas hasta en el suelo. Se apaga la luz.
Se alumbra la esquina inferior derecha del escenario. Se ven dos personajes. Lucio es un joven alto, de complexión media, tez blanca, cabello oscuro y unos penetrantes ojos azules; viste de un impecable traje blanco y se sienta elegantemente en una silla de madera. Sentado en el suelo está Juan Pablo, es un señor cuya edad oscila los cuarenta años; es igual de alto que el primer personaje pero a diferencia de éste el señor es de tez morena, cabello castaño y ojos miel. Juan Pablo viste de jeans de mezclilla y una camisa verde.
Lucio: ¿Crees que realmente esté dormida?
Juan Pablo: No lo dudo, lleva una semana muerta de cansancio. ¿Tienes cigarros? Ya me acabé los dos que le quedaban.
Lucio: (hace un gesto con la mano derecha, aparece un cigarro y se lo ofrece a su acompañante) Deberías dejarlo.
Juan Pablo: (subiendo el tono de voz) Y también debería dejar de visitar a las putas y de tomar chela, pero no quiero.
Se oye que se cae un libro. Se alumbra todo el escenario y se puede ver como la joven se despierta aturdida.
Joven: ¡Carajo! El ensayo.
Lucio: (reprochando) La despertaste.
Juan Pablo: Bueno, ya era hora, ¿no?
Joven: (asustada voltea a ver a su izquierda) ¿Quiénes son?
Lucio: Perdona nuestro ruido. Yo soy Lucio y mi compañero es Juan Pablo, no queríamos despertarte.
Joven: (Aún con desconfianza) Este... bueno... no se preocupen, ya tenía que seguir con mi tarea.
Juan Pablo: ¿Qué tarea?
Joven: Pues tengo quiero hacer un texto creativo enfocándome en el símbolo del vino en el Lazarillo de Tormes y en La vida del Buscón don Pablos.
Juan Pablo: Oh, chingaos, ¿qué no se cansan de siempre entonar la misma canción?
Joven: ¿La misma canción? (subiendo el tono de voz) ¿La misma canción! ¿Has tenido siquiera la decencia de leer ambos libros antes de reprocharme mi tema? ¿Qué acaso no es interesante la crítica a la sociedad que se plantea en ambos?
Lucio: (susurra) Ya la hiciste enojar, cabrón.
Juan Pablo: Ay, nena, he leído lo que tú no alcanzarás a leer en tu vida entera.
Joven: Entonces, ¿es que no ves la importancia del vino en la vida de Lázaro? ¿No te das cuenta de la repugnancia que siente Pablos por el alcoholismo de su tío? ¡Son dos pícaros con una opinión en común sobre la escala de la pirámide social, con diferentes razones para tener esa opinión, y a la vez cada uno tiene una percepción diferente de un elemento que nos persigue a todos en la vida cotidiana!
Juan Pablo hace una mueca de indiferencia y prende el cigarrillo.
Joven: Ah, ¿te importa un comino? (comienza a buscar entre sus libros) Permíteme, ahorita mismo te cito algunas frases del Lazarillo.
Juan Pablo: (la voltea a ver con hastío) No te canses, ahorita llega.
Joven: (aún buscando entre los libros) ¿Quién?
Entra un joven de mediana estatura y un poco flaco, trae una botella de vino en cada mano.
Lázaro: (se dirige a Juan Pablo y le habla en tono de reproche) Bueno, está bien que seas Dios, pero ¿realmente necesitas sacarme de mi vida cotidiana a cada rato?
Juan Pablo: Hoy te vas a divertir, Lázaro, hoy te vas a divertir.
Joven: (levantando la vista de un libro que tiene en las manos) Wow. (Asombrada) A mi no me chamaquean, si tú eres Dios (apuntando a Juan Pablo) y tú eres Lázaro (apuntando al recién llegado), entonces tu debes ser...
Lucio: (interrumpiéndola) El diablo, Lucifer, Lucio, el ángel caído, tu amigo de toda la vida o como prefieras llamarme.
Joven: Quien sabe que chingaos me fume antes de dormirme.
Lucio: (dirigiéndose a Juan Pablo) Te dije que no se la creería.
Joven: Pues no, claro que no. Sin embargo, ya que estamos aquí amenizando, si me traen a Pablos y cotorreamos un rato... Tal vez, sólo tal vez logre entender mejor el concepto del vino en ambas obras. Igual y hasta alcanzo el nueve con mi trabajo.
Lázaro: Espérame tantito, tú eres la de la dichosa carta, ¿no?
Joven: (sonriendo) ¿Te llegó? Que felicidad.
Lázaro: ¿Y ahora quieres platicar sobre el vino? (Le ofrece a la joven una de las botellas que tiene en la mano y se dirige a Lucio) Ya me cae bien.
Joven: (aceptando la botella y abriéndola) Si quiero hablar del vino es porque para mi no hay alcohol más delicioso y representativo.
Lucio: Interesante, entonces, cuéntanos... ¿Qué opinas del vino?
Joven: (se ríe) Opino muchas cosas, caballeros. Opino que en mi siglo, el veintiuno cabe aclarar, es un de los licores, a mi gusto, más suaves y deliciosos. Es el hermano bastardo de la champaña y el alcohol con el que se brinda en navidad.
Lázaro: (asombrado) ¿Es abundante?
Juan Pablo: Como no tienes una idea, mi joven Lazarillo.
Joven: Es abundante en los supermercados y en las tiendas de conveniencia. Si se fija bien uno en la carta de alcohol de los 'antros' puede encontrar un Merlot, de preferencia Toro o Casillero del Diablo. (Le da el primer y largo trago a la botella) Es el desinhibidor de personas y despertador de pasiones. Una copa es para entrar en ambiente, dos copas para brindar por los amigos, tres copas para ser feliz toda la noche y cuatro copas para despertar, al día siguiente, con la peor de las jaquecas. (Le da otro largo trago a la botella y se la ofrece a Lucio)
Lucio: Muchas gracias pero lo he dejado.
Joven: Pues que chafa eres.
Lázaro: ¿Chafa?
Joven: No chido.
Lázaro: ¿Chafa? ¿Chido?
Joven: (suspira) Chafa es... como no divertido y chido es... como divertido. Bueno, el punto aquí no es lo que yo opino sobre el vino en el siglo veintiuno, sino lo que pasaba con el vino en tu libro (señalando a Lázaro)...
Pablos: (entrando con mucho estilo e interrumpiendo a la joven) y en el mío.
Joven: ¿Pablos?
Pablos: Don Pablos, por favor.
Lucio: Bueno, niña, ¿qué te parece si empieza Lázaro contándonos sobre su vida y el vino? Ya luego puede decirnos Pablos, y a mi no me pidas que te llame don Pablos, la suya.
Joven: (sonriendo) Perfectísimo.
Juan Pablo: (arremedando a la joven) Perfectísimo.
Lázaro: Pues, ¿qué les puedo decir? Soy hijo del vino y me enorgullezco de ello. Mi madre siempre se movió en ambientes vinescos, si así le podemos decir. Yo nací carnalmente en un río, en el agua. Aunque creo que mi verdadero nacimiento fue cuando probé el vino del viejo ciego. Era la gloria poder tomar de ese elixir que se escurría de la jarra.
Joven: Hasta que te cayó encima. (Le da otro trago profundo a la botella que tiene en la mano y se la ofrece a Juan Pablo).
Juan Pablo: No, gracias. Prefiero la chela.
Joven: (Se acerca unos pasos a Juan Pablo y tambaleándose ligeramente quedan cara a cara) Pues claro que prefieres la chela, ¿a quién le va a gustar tomar su propia sangre? Y mira que soy católica, eh. Que si no lo fuera ya habría convocado a todos mis cuates ateos para que te cayeran.
Lázaro: (Interrumpiendo a la joven) Bueno, pero...
Joven: No me interrumpas, no ves que te quiero defender. ¿No te das cuenta que el primer verdadero golpe que te da el viejo es con esa jarra? ¿Acaso no te tiró un par de dientes? (Se voltea y comienza a caminar trastabillándose mientras grita) “Tomad y bebed todos de él porque esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por muchos otros para el perdón de los pecados”, ¿qué no va así la consagración del vino? (Se vuelve a voltear hacia Juan Pablo y lo señala) Yo no veo que le hayas perdonado ningún pecado a Lázaro. Yo veo al supuesto Dios del antiguo testamento, a ese iracundo castigador. Lázaro ve hacia el cielo con devoción, buscando tu sangre. Abre las manos, esperando tu abrazo. Y tú (señala a Juan Pablo repetidas veces), tú le caes a madrazos y le tiras los dientes. Tú le permites soñar con la caballería, cuando lo único que puede ser es caballerango. Yo no encuentro en ningún lado esa supuesta alianza nueva y eterna, yo veo como a partir de ese golpe Lazarillo comienza a volverse Lázaro. Yo leo como Lázaro se rodea de tu sangre y termina perdiendo la cordura y la dignidad. Termina siendo el surtidor de tu sangre y perdiendo la honra y el honor. (Camina hacia el escritorio que está en el centro del escenario, tira los libros y los papeles al suelo. Se acuesta como puede encima del escritorio)
Juan Pablo: (visiblemente enojado) A mi no me vengan con falsas acusaciones. Si el hombre ha hecho de mi una industria, ese no es mi problema. Yo los intenté salvar.
Lucio: ¿Y tu ejemplo? ¿Juntarte con putas, beber chela y fumar tabaco?
Joven: Déjate de la chela, Lucio. Juan Pablo, en vida tomabas tu propia sangre, tu vino. Y lo del tabaco no me consta en vida, pero henos aquí y eres tú el que apesta a cigarro.
Juan Pablo: Yo di buen ejemplo en vida, ¿ahora también en la eternidad debo de privarme?
Joven: Pues si no privarte, tan siquiera asegúrate de que tus seguidores no usen el diezmo para hacer casas de oro y cristal o para arrastrar Ferraris. Deberías de cuidar que no se empinen a niños o pequen de gula. Tampoco está bien visto que anden de sotana floja, gastando las sandalias de claustro en claustro.
Juan Pablo: Para eso es el libre albedrío, para que cada quien haga lo que le venga en gana.
Joven: Eso es curarse en salud. Si realmente hubiera libre albedrío, ¿para qué castigar? Déjanos beber a nuestro gusto sin tener resaca y quince rosarios que rezar para acceder al Paraíso.
Juan Pablo: Y ¿cuál será el premio para aquellos que no lo hagan?
Joven: ¿Acaso debe de haber premio por aquellos no vivan su vida a gusto?
Juan Pablo: Todos los excesos son malos.
Joven: Que poco original me saliste, corazón. No tiene nada de malo soñar en exceso, ni esforzarse en exceso para conseguir lo que quieres. Así como tampoco debe de tener nada de malo el vino.
Lázaro: Apología al vino. ¿Por qué privarnos de algo tan natural? Las uvas crecen y se dan por montones en diferentes lugares del mundo y en diferentes tierras, si éstas fueran nuestras enemigas ya habríamos acabado con ellas. Es esta fruta hija de la madre tierra que nos provee de alimento y casa. Ningún derivado de estas bellas moneditas moradas puede ser vil o cruel, el mismo Dios consagra el vino y lo vuelve su sangre. Hemos de utilizar la sangre de Cristo en ocasiones especiales: para celebrar o para llorar. Y, ¿qué es la vida sino un escenario de risas y lágrimas? Dejen beber al alegre y tomar al jodido. Con el vino aprendió Lázaro y con el vino aprendemos todos. Los mismos Aristóteles, Sócrates y Platón despertaron la pasión de la sabiduría con este elixir, ¿por qué entonces no hemos de hacer lo mismo nosotros? Lázaro nació con un golpe de vino, padeció sequía de vino y logró su cometido vendiendo vino. ¿Qué hay de erróneo en soñar con realidades alternas mientras mi esposa se acuesta el Arcipreste? El vino ha sido mi vida y es la vida de otros más.
Joven: (Interrumpiendo) Y hasta en la actualidad es fuente de vida y de dinero, de buenos ratos y buena salud, de economía.
Pablos: (Interrumpiendo) Así como es razón de malos ratos y violaciones, de brujas y hechiceros, de pasiones desenfrenadas y matones a sueldo.
Joven: (Interrumpiendo a Pablos y subiendo la voz) Ay, Pablito... Que si a ti el vino no te gusta y te asquea la situación de tu pariente el verdugo. Dime, con confianza, que tu tío no se embriaga para tener valor de cortar cabezas “al ahí se va”. No que tú y sin vino, ni remordimiento matas.
Pablos: No seas ingenua, que sabes que no lo hace por eso. Y dime don Pablos, por favor.
Lucio: Ciertamente tu tío no toma para ahogar las penas o los remordimientos. Toma para relajarse y soñar con otra realidad. Tú perdiste los sueños cuando te diste cuenta de que para tu tranquilidad necesitabas prescindir de tu moral. Por más que finjas ser caballero, sabes que sólo es un teatro que en cualquier momento se te podría caer. El vino, Pablos, el vino te permite escapar de vez en cuando.
Todos callan momentáneamente. La joven se levanta de la mesa y se acerca a Lucio para decirle algo que nadie más oye o entiende. A los minutos entra un viejo canoso de prominente bigote y grandes ojos. El viejo tiene una pistola en la mano, la carga y mata a Juan Pablo.
Viejo: Soy el anticristo y busco a Dios. ¿Qué ha sido de Dios? Os lo voy a decir. Lo hemos matado. Vosotros y yo lo hemos matado. Hemos dejado esta tierra sin su sol, sin su orden, sin quién pueda conducirla... ¿Hemos vaciado el mar? Vagamos como a través de una nada infinita. Nos roza el soplo del vacío, la noche se hace más noche y más profunda, y se torna indispensable encender linternas en pleno día. Oigo a los sepultureros enterrando a Dios, agregando que tal vez tengamos que oler el desagradable tufo de la putrefacción divina, pues, naturalmente, los dioses también se pudren. Lo más sagrado y lo más profundo se ha desangrado bajo nuestro cuchillo. ¿Cómo podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Qué agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos de ella? Los oídos humanos no están todavía preparados para escuchar tales verdades. Los hombres nada saben de ellos y son ellos los que han cometido el acto.
Se apagan las luces del escenario unos minutos. Se vuelve a encender la luz del centro y se encuentra la misma escena que en el principio. Dos minutos después se levanta la joven desorientada, se sube en la mesa.
Joven: (gritando) Dios ha muerto y yo lo he matado, bebiéndome en el transcurso toda su sangre.
Se vuelven a apagar las luces unos minutos. Se vuelve a encender la luz del centro y en vez del escritorio están Lázaro y Pablos jugando cartas.
Pablos: ¿Tienes cigarros? Ya me acabé los dos que me quedaban.
Lucio: (hace un gesto con la mano derecha, aparece un cigarro y se lo ofrece a su acompañante) Deberías dejarlo.
Pablos: (subiendo el tono de voz) Y también debería dejar de visitar a las putas y de tomar chela, pero no quiero.

Nadando contracorriente

Porque siempre va a existir un pícaro (o al menos un joven, a veces anónimo, al que le guste llevarnos la contraria).

¿Qué es la literatura? No tengo la más mínima idea (y eso que estudio la carrera que lleva ese nombre), hasta la fecha ninguno de mis profesores se ha atrevido a definirla (tal vez porque ni Todorov, ni Barthes, ni Greimas lo han logrado exitosamente). Lo único que podría decir, con casi (acentuando la palabra casi) total seguridad, es que un movimiento literario nace, usualmente, como respuesta o contracorriente del movimiento anterior. Un claro ejemplo de lo anteriormente planteado es que la literatura renacentista española nace como contraposición de la literatura española medieval; mientras que en el medievo se suele practicar la escolástica y Dios se vuelve uno de los temas centrales de discusión, el renacimiento se caracteriza por su clasicismo, su antropocentrismo, su objetividad, su equilibrio y armonía, su ideal heroico y su tendencia a la ejemplificación y al didactismo (en muy resumidas cuentas).
     En la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de nuestro conocido Fray Bartolomé de las Casas es claro el enfoque antropocentrista (me permito inventar esta palabra cuyo significado se sobreentiende) de su prosa. De las Casas está preocupado por el encontronazo de culturas que se lleva a cabo en México durante la conquista. En su texto podemos dejarnos impactar por la cantidad de recursos retóricos utilizados por el autor, aunque creo que la metáfora más cruda que encontramos (y la más impactante también) es cuando compara a los indígenas con corderos que están siendo devorados por feroces lobos españoles. Sin embargo, si nos adentramos un poquito más en la prosa (y nos exponemos a fuertes críticas), el texto de la Brevísima no es un texto autobiográfico o biográfico pero se debe tener especial cuidado entre la historia y la Historia (como bien nos advierte Paul Ricoeur): ¿hasta que punto se ha visto este texto modificado por la perspectiva de Fray Bartolomé de las Casas? ¿cómo podemos distinguir la historia ficcionalizada de la Historia que realmente tomó lugar?.
     En cambio, en el Menosprecio de Corte y alabanza de la aldea, de Antonio de Guevara, podemos descubrir la objetividad de la que hablábamos previamente. Entiéndase objetividad como el intento de retratar la vida cotidiana, y, en este caso, también criticar la vida de la ciudad y alabar la vida del pueblo: el beatus ille. Un aspecto importantísimo de la prosa de Guevara es su equilibrio y armonía, así como su tendencia a la ejemplificación y al didactismo; probablemente fue esto último lo que le ganó el ser una especie de Stephanie Meyer del siglo de oro español.
     En 1508, llega a España el caballero ideal en armadura reluciente bajo el nombre de Amadís de Gaula. Es en este texto de Garci Rodríguez de Montalvo donde probablemente se nota con mayor claridad el clasicismo renacentista, el equilibrio y la armonía de la prosa y el ideal heroico. El Amadís es el ideal canónico del valiente héroe, de la bella dama y de las aventuras en busca tanto de la honra como del honor. Y, por si fuera poco, también es notable el comienzo del desarrollo del cronotopo de la novela caballeresca con el juego de tiempos y de fantasías.
     ¿Cómo atreverse a dejar a un lado a La lozana andaluza? Siendo esta obra descendiente de nuestra bien querida Celestina. Creo que la mayor característica renacentista de esta obra es, como en la obra de Guevara, la objetividad o ese intento de retratar la vida cotidiana, en este caso de Roma. ¿Con qué fines se buscó pintar la supuesta realidad sodomesca de ésta ciudad? Bueno, bien podríamos comenzar con temas de justificación y complot. Sin embargo, lo que preferiría resaltar de esta obra es la mentalidad picaresca de la mejor prostituta de Roma. ¿Con qué afán quiero resaltar la agilidad mental de la prostituta? Bueno, señoras y señores, porque es a través de ella que planeo comenzar a hablar de mis dos personajes favoritos hasta este momento: de Lázaro y de don Pablos. Son el Lazarillo de Tormes y La vida del buscón don Pablos mis dos obras favoritas, del la literatura del siglo de oro español, hasta ahorita y justifico esto diciendo: en ambas obras podemos encontrar brochazos de clasicismo, objetividad, ejemplificación y didactismo siendo contrarrestadas por rayones de subjetividad e ideales antiheroicos. Es en este punto dónde encuentro la teoría del otro de Bajtín como fundamental para entender la prosa renacentista y, en específico, la novela picaresca. Bajtín, en su ensayo Autor y héroe en la actividad estética, nos permite descubrir que hay tres construcciones importantes en el héroe: el yo-para-mí, el yo-para-el otro y el yo-para-un tercero (llámese Dios o la futura sociedad que juzgará la obra). Creo que Lázaro y don Pablos son dos pícaros, antiheroes o excelentes sátiras del ideal caballerezco que necesitan del público (el yo-para-el otro y el yo-para-un tercero) para concretizarse, para existir y para criticar la pirámide social.
     Me permito concluir esta breve reflexión (o ensayo si así quieren llamarlo) citando a Claudio Guillén y a Fernando Lázaro Carreter:
Las dos novelas se acoplan en la imaginación o la memoria de los lectores, formando grupo, y que este género rudimentario alcanza algo como una vida propia, sugerente, que incita a la imaginación. No es la obra individual [...] la que crea el género, desde luego sino el lector.[...] El factor más importante aquí es sin duda el menos conocido: el público” (Constitución de un género: La novela picaresca, 471).
Al fin y al cabo en el mismo libro del Lazarillo de Tormes nuestro autor anónimo nos dice que “¿Quién piensa que el soldado, que es primero de la escala, tiene más aborrecido el vivir? No por cierto. Mas el deseo de alabanza le hace ponerse al peligro; y así en las artes y letras es lo mesmo" (Lazarillo de Tormes, 3). Entiéndase por medio de ésta cita que el autor siempre va a esperar la concretización de su obra por parte de su lector, por parte de ese otro.

03 septiembre 2010

Receta: Asesino a la Quevedo.

Ingredientes
1 barbero ladrón
1 bruja alcahueta (al más puro estilo celestinesco, si es que esa palabra existe)
1 amigo rico (un McPato buena onda)
1 licenciado tacaño (de esos que se pueden encontrar en los despachos de hoy en día)
3 kg. de personajes despreciables y burlones (de preferencia estudiantes)
1 verdugo vividor
1 político loco (como los que abundan en el gobierno mexicano)
1 "diestro verdadero" o, en palabras más vulgares, maestro del esgrima
1 clérigo del s. XVII (que se sienta poeta)
1 soldado (de ser posible que esté muy sediento de sangre)
1 ermitaño
2 kg. de pícaros y rufianes
1 dama rica (que se llame Doña Ana)
8 litros de símbolos
587 cucharadas (de las grandes) de humor negro
54 toneladas de críticas sociales


Preparación
1. Hervir a fuego lento al barbero ladrón. Cuando el barbero esté bien caliente meter a la bruja alcahueta al mismo caldo. Esperar nueve meses al nacimiento de Pablos.
2. En una olla aparte verter 2 litros de símbolos, añadir 200 cucharadas de humor negro y 18 toneladas críticas sociales; hervir a fuego lento hasta que el caldo se vea homogéneo. 
3. Añadir al caldo anterior a Pablos, al amigo rico y al licenciado tacaño. Mientras tanto cortar finamente los 3 kilos de personajes despreciables y burlones.
4. Hacer una salsa espesa licuando 2 litros de símbolos,187 cucharadas de humor negro y 18 toneladas de críticas sociales con el verdugo vivir, el político loco, el maestro de esgrima, el clérigo poeta, el soldado sangriento y el ermitaño. 
5. Cuando el caldo comience a burbujear añadir los 3 kilos finamente cortados de personajes despreciables y esperar a que Pablos tome un color más oscuro. Cuando esto suceda, sacar a Pablos del caldo.
6. Untar a Pablos con la salsa previamente preparada. Dejar reposar media hora.
7. Mientras se deja reposar a Pablos se debe preparar una masa revolviendo a mano limpia los 2 kilos de pícaros, la dama rica, 4 litros de símbolos, 200 cucharadas de humor negro y otras 18 toneladas de críticas sociales. Cuando la masa esté lista envolver a Pablos con ésta.
8. En un refractario hornear a Pablos durante 1 hora a 180 grados Celsius.


Notas:
1. Es porción para una persona. Se recomienda comer caliente. Se puede acompañar de una ensalada César y vino tinto.
2. No es apto para estómagos delicados o corazones blandos.
3. Es necesario tomar en cuenta que si bien es un platillo que critica a la sociedad española del s.XVII; sin embargo (y no es por criticar a mi estimadísimo Quevedo), son visibles las precauciones que tiene Quevedo para no terminar en la Inquisición. Al menos espero que esas sean las razones y no un aristocratismo exacerbado.
4. No es un platillo recomendable para los ilusos que creen que las pirámides sociales son escalables. (No se trata de buscar la nobleza, sino de aceptar la bajeza de este delicioso, atroz, vulgar y grosero platillo)
5. Puede recordar, vagamente, a un plato fuerte llamado Lazarillo de Tormes. Esto se debe a la gran cantidad de chile que se le puede añadir a ambos (aunque se recomiendan raciones grotescas).
6. Es necesario tener mucho cuidado en la preparación del platillo porque de ese cuidado depende que Pablos llegue a la picardía, a la delincuencia y a la madurez novelesca del personaje.








Un saludo y no me maten.

31 agosto 2010

Carta de una humildísima admiradora.

Mi bien querido Lazarillo, Lázaro, pícaro, Aladdín del siglo XVI (o como más te guste que te llamen):


Por medio de la presente me atrevo a dirigirme a usted... de cuates. Aquí entre nos, me llamo Adriana, tengo 20 años, mi color favorito es el azul y mi comida favorita son los papadzules (ah, y soy la reina del mundo). Decidí empezar con una pequeña y concisa descripción de mi porque se me hace injusto que tú no sepas nada de mi, cuando yo sé que tu esposa te cuernea pero que tú se lo permites y la defiendes porque prefieres cargar tremendos cuernos a volver a pasar por la miseria por la que alguna vez tuviste que pasar. ¿Qué como sé todo esto? Pues permíteme decirte que por ahí algún chismoso creyó divertido hacer un libro llamado Lazarillo de Tormes redactando a grandes rasgos tu vida (y hasta se tomó la libertad de que esta narración pareciera una carta que tú mismo escribiste).
     Bueno, espero sigas leyendo esta humilde carta y no la hayas tirado del coraje. La verdad es que, como se puede notar al principio de la carta, te quiero (o como dirían en mi pueblo: me caes rebien). Es porque te quiero que decidí redactar esta carta para avisarte que probablemente hay un fisgón siguiendo tus pasos para hacer un segundo libro y trascender en la historia de la literatura. Y, bueno, aprovechando que me estás leyendo quisiera felicitarte por tener el coraje y ser quien eres; así bien, he decidido hacer una pequeña apología sobre las decisiones que has tomado.
     Antes de empezar mi apología creo que es necesario explicarte como terminé topándome con tu magnífica biografía; todo gracias a que Sergio, uno de mis profesores de literatura, nos encargó leerlo. He de decir que mi maestro tiene una muy buena opinión de tu biografía y de tu vida. 
     Tengo que confesarte que leer de tu vida me llevó a preguntarme sobre la naturaleza del ser humano y sobre esta insaciable búsqueda de honor y honra que caracteriza a tu época. Podría estar mal pero tendré el coraje y atrevimiento de achacar las cantidades exorbitantes de obras literarias que tratan sobre la búsqueda del honor y de la honra a una sola cosa: el hombre quiere santificarse a través de grandes hazañas. Es aquí donde tanto tú (como cualquier otro desafortunado lector) me pregunta: ¿quieres insinuar que el ser humano intenta redimir su instinto natural hacia la maldad creando bellezas literarias que hablen y ejemplifiquen la búsqueda la de la honra, el honor, la bondad y demás sentimientos buenos y maravillosos?... Pues, ¡no! Lo que quiero decir es algo un poco menos juicioso y más coherente: se podría decir que el ser humano tiene dos naturalezas (o al menos eso me han contado que dice Flusser). La primer naturaleza de éste sería su naturaleza como animal, mientras que se segunda naturaleza podría considerarse una naturaleza creada por el mismo humano: su naturaleza como ente social. Si tomamos en cuenta la naturaleza del hombre como animal es innegable que Hobbes tenía mucha razón al decir que "el hombre es el lobo del hombre", con lo cual se sobrentiende que la naturaleza del hombre no es de maldad o bondad sino de egoísmo, pues es esto y nada más esto lo que permite la supervivencia animal. Es por eso, mi queridísimo Lázaro, que entiendo tu postura ante tu nueva situación social: sólo intentas sobrevivir en esta selva de asfalto. No estás siendo comprensivo al permitir las aventuras sexuales de tu mujer, estás siendo egoísta porque te importa más tu bienestar físico (tener techo y comida) que el bienestar de tu pareja o de tu relación. Al fin de cuentas, es más importante estar bien a que tu relación esté bien, porque si enfermaras o murieses entonces no habría más "nosotros" sino un pronombre singular. Ahora bien, si regresamos a la naturaleza del hombre como ente social dentro de una sociedad es necesario retomar un poco la psicología y recordar a Watson: el 40% del comportamiento del hombre es genético, el otro 60% es ambiental. Es aquí, mi ya no tan inocente Lazarillo, donde entran en juego el viejo (que te sacó "colmillo"), el clérigo (que te agilizó la mente) y el escudero (que te enseñó que la pirámide social no fue hecha para escalarse sino para, perdona mi florido lenguaje, joder al jodido). Así que veámoslo por donde lo queramos ver, mi amigo, tus decisiones no sólo han sido las correctas sino que has respondido empíricamente una de las preguntas que acosa a la humanidad y hasta hace unos siglos acosaba a la filosofía: ¿el ser humano es bueno o malo por naturaleza?. Y ya que hemos respondido esta pregunta, he decidido dejarte otras dos con la esperanza de que me compartas tu sabiduría: ¿qué es lo bueno? ¿qué es lo malo?.


Me despido, no sin antes mandarte un abrazo muy fuerte y adjuntarte una bula como regalo.






Un saludo y no me maten.

27 agosto 2010

¿Reír o llorar con el Lazarillo de Tormes?

¿Reír o llorar con el Lazarillo de Tormes? Esa es la pregunta. Yo propongo un té helado (a mi me gusta el Nestea) y un cigarro (de preferencia Marlboro Ice Break).

"Dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena": esas palabras casi lograron desdibujar la sonrisa que el olor de un nuevo mundo me había robado. Pensé que era una disculpa adelantada por la historia que me esperaba y continué leyendo un poco desanimada. Y entonces nuestro anónimo autor me sorprendió con las siguientes palabras: "¿Quién piensa que el soldado, que es primero de la escala, tiene más aborrecido el vivir? No por cierto. Mas el deseo de alabanza le hace ponerse al peligro; y así en las artes y letras es lo mesmo" (Lazarillo de Tormes, 3). Creo que todo aquel que haya escrito un cuento o un verso, aunque lo haya escondido en uno de esos cajones que se abren cada doce años, entiende estas palabras a la perfección; así como también creo que el Lazarillo de Tormes es digno de admiración.


Podría uno preguntarse el por qué de mi admiración por el Lazarillo de Tormes. A mi me gustan las listas, así que aunque probablemente vaya en contra de toda la formalidad que podría requerir la ocasión haré una lista:
1. Fue la primer novela picaresca. ¿Que qué es esto? Es un género literario que se caracteriza por tener un protagonista pícaro, en este caso a Lázaro. Nuestro personaje principal proviene de un estrato social muy bajo y su única meta en la vida es superarse, cueste lo que le cueste. Esta clase de "el fin justifica los medios" lleva a Lázaro a desarrollar una agudeza mental tanto impresionante como divertida. En Lázaro encontramos el antónimo del conocido y queridísimo Quijote. Lázaro no es un caballero andante de reluciente armadura, es más una (y pido perdón de antemano por si ofendo a alguien) "rata callejera", lo cual me trae recuerdos infantiles porque le encuentro un aire de Aladdín en Lázaro, ¿o será que Aladdín tiene un aire de Lázaro?
Otra característica de la novela picaresca es que está estructurada a manera de falsa autobiografía. Es clarísimo el tinte autobiográfico de la novela. Ahora la pregunta, ¿es falsa o no? No me atrevería a responder con certeza porque no viví esos tiempos y no sé si relatos tan fantásticos podrían haber sido reales. Creo, y remarco el verbo creer, que este es un texto satírico y por ende falso. En el Lazarillo de Tormes encuentras una burla a la sociedad española de la época, al comportamiento del clero (probable razón por la cual fue incluido en el Índice de los libros prohibidos durante la Inquisición) y a la novela caballeresca.
2. La destreza mental de Lázaro. Y aquí se presenta una pregunta que siempre me ha costado mucho trabajo responder: ¿el ser humano es naturalmente bueno o malo?. No, no estoy implicando que nuestro ya querido héroe o antihéroe, como gusten verlo, sea malo. Sólo me pregunto que hubiera (ya sé que el hubiera es el tiempo de don Juan pendejo, pero eso no me impide fantasear) pasado si Lázaro no se hubiese topado con el viejo cegatón que le enseñó los primeros pasos de la picardía.
De hecho, creo, casi firmemente, que una de las razones por la cual los primeros tres tratados del libro son considerablemente más extensos que los últimos cuatro es porque es en estos primeros tres tratados en los cuales nuestro Lázaro desarrolla su picardía y se ve claramente ésta.
3. Los personajes con los que se encuentra Lázaro: el pícaro y viejo ciego, el clérigo tragón, el escudero mantenido y ladrón, el fraile caminador y el buldero desvergonzado. Que debo reconocer el personaje que me ha hecho reírme a carcajadas fue el buldero, más que nada por ser tan astuto como Lázaro. Y es cuando conoces a todos estos personajes que entiendes porque Lázaro es como es. Por fantástico que se pueda leer el libro, éste contiene una verdad fundamental: la selva de asfalto.
4. Caer en cuenta que hay metáforas (si es que todavía se les puede llamar así) que nunca pasan de moda: "primero presentaba a los clérigos o curas algunas cosillas [...]; una lechuga murciana, si era por el tiempo, un par de limas o naranjas, un melocotón, un par de duraznos, cada sendas peras verdinales" (Lazarillo de Tormes, 47). 


Aún después de mi pequeña lista y de este debraye mental, si así quereís llamarle, sigo preguntándome y preguntándoles: ¿lloro o río?. Siguiendo mi filosofía de vida he preferido reír las cincuenta y tantas páginas del libro. Y es ahorita cuando caigo en cuenta de que si es una sátira, ¿por qué hemos de llorar? Mejor ríamos un rato y luego reflexionemos si hemos mejorado o empeorado. Yo todavía no me decido que tan actual puede seguir siendo este libro. De hecho, me atrevería a apostar a que o seguimos en las mismas o hemos empeorado.


Un saludo y no me maten.