31 agosto 2010

Carta de una humildísima admiradora.

Mi bien querido Lazarillo, Lázaro, pícaro, Aladdín del siglo XVI (o como más te guste que te llamen):


Por medio de la presente me atrevo a dirigirme a usted... de cuates. Aquí entre nos, me llamo Adriana, tengo 20 años, mi color favorito es el azul y mi comida favorita son los papadzules (ah, y soy la reina del mundo). Decidí empezar con una pequeña y concisa descripción de mi porque se me hace injusto que tú no sepas nada de mi, cuando yo sé que tu esposa te cuernea pero que tú se lo permites y la defiendes porque prefieres cargar tremendos cuernos a volver a pasar por la miseria por la que alguna vez tuviste que pasar. ¿Qué como sé todo esto? Pues permíteme decirte que por ahí algún chismoso creyó divertido hacer un libro llamado Lazarillo de Tormes redactando a grandes rasgos tu vida (y hasta se tomó la libertad de que esta narración pareciera una carta que tú mismo escribiste).
     Bueno, espero sigas leyendo esta humilde carta y no la hayas tirado del coraje. La verdad es que, como se puede notar al principio de la carta, te quiero (o como dirían en mi pueblo: me caes rebien). Es porque te quiero que decidí redactar esta carta para avisarte que probablemente hay un fisgón siguiendo tus pasos para hacer un segundo libro y trascender en la historia de la literatura. Y, bueno, aprovechando que me estás leyendo quisiera felicitarte por tener el coraje y ser quien eres; así bien, he decidido hacer una pequeña apología sobre las decisiones que has tomado.
     Antes de empezar mi apología creo que es necesario explicarte como terminé topándome con tu magnífica biografía; todo gracias a que Sergio, uno de mis profesores de literatura, nos encargó leerlo. He de decir que mi maestro tiene una muy buena opinión de tu biografía y de tu vida. 
     Tengo que confesarte que leer de tu vida me llevó a preguntarme sobre la naturaleza del ser humano y sobre esta insaciable búsqueda de honor y honra que caracteriza a tu época. Podría estar mal pero tendré el coraje y atrevimiento de achacar las cantidades exorbitantes de obras literarias que tratan sobre la búsqueda del honor y de la honra a una sola cosa: el hombre quiere santificarse a través de grandes hazañas. Es aquí donde tanto tú (como cualquier otro desafortunado lector) me pregunta: ¿quieres insinuar que el ser humano intenta redimir su instinto natural hacia la maldad creando bellezas literarias que hablen y ejemplifiquen la búsqueda la de la honra, el honor, la bondad y demás sentimientos buenos y maravillosos?... Pues, ¡no! Lo que quiero decir es algo un poco menos juicioso y más coherente: se podría decir que el ser humano tiene dos naturalezas (o al menos eso me han contado que dice Flusser). La primer naturaleza de éste sería su naturaleza como animal, mientras que se segunda naturaleza podría considerarse una naturaleza creada por el mismo humano: su naturaleza como ente social. Si tomamos en cuenta la naturaleza del hombre como animal es innegable que Hobbes tenía mucha razón al decir que "el hombre es el lobo del hombre", con lo cual se sobrentiende que la naturaleza del hombre no es de maldad o bondad sino de egoísmo, pues es esto y nada más esto lo que permite la supervivencia animal. Es por eso, mi queridísimo Lázaro, que entiendo tu postura ante tu nueva situación social: sólo intentas sobrevivir en esta selva de asfalto. No estás siendo comprensivo al permitir las aventuras sexuales de tu mujer, estás siendo egoísta porque te importa más tu bienestar físico (tener techo y comida) que el bienestar de tu pareja o de tu relación. Al fin de cuentas, es más importante estar bien a que tu relación esté bien, porque si enfermaras o murieses entonces no habría más "nosotros" sino un pronombre singular. Ahora bien, si regresamos a la naturaleza del hombre como ente social dentro de una sociedad es necesario retomar un poco la psicología y recordar a Watson: el 40% del comportamiento del hombre es genético, el otro 60% es ambiental. Es aquí, mi ya no tan inocente Lazarillo, donde entran en juego el viejo (que te sacó "colmillo"), el clérigo (que te agilizó la mente) y el escudero (que te enseñó que la pirámide social no fue hecha para escalarse sino para, perdona mi florido lenguaje, joder al jodido). Así que veámoslo por donde lo queramos ver, mi amigo, tus decisiones no sólo han sido las correctas sino que has respondido empíricamente una de las preguntas que acosa a la humanidad y hasta hace unos siglos acosaba a la filosofía: ¿el ser humano es bueno o malo por naturaleza?. Y ya que hemos respondido esta pregunta, he decidido dejarte otras dos con la esperanza de que me compartas tu sabiduría: ¿qué es lo bueno? ¿qué es lo malo?.


Me despido, no sin antes mandarte un abrazo muy fuerte y adjuntarte una bula como regalo.






Un saludo y no me maten.

1 comentario:

  1. Disculpen que intervenga donde no he sido requerido, y más sabiendo que, como bien dirá el muy famoso autor del Guzmán de Algarache, "no hay palabra ni pincel que llegue a manifestar el amor ni el dolor de unos padres". Y pues si bien no soy padre natural del Lazarillo sí fui guía de sus pasos y él de los míos siendo como soy hijo de la ceguera.
    Pues anda de taberna en taberna la fama de aquel mi buen mozo, debo desenvainar el filo de mi lengua contra aquellos que apuntan la suya contra un inocente. Cuídese cada cual de lo que ocurra de puertas a dentro de su casa pues muchos ven la paja en ojo ajeno por no ver la viga en el propio. "No juzgues y no serás juzgado", dicen las sagradas escritura y "benditos aquellos que pasan hambre y sed de justicia pues de ellos será el reino celestial". Porque más hambre y más sed que la que padeció el bueno de Lazarillo no las ha de pasar en lo venidero siquiera el loco de Don Quijote.
    Yo, humilde servidor de vuesa merced, puedo sólo augurar a mi añorado pupilo una vida bien servida y bien comida, con pan de hogaza blanca y vino de convento, que yo en lo propio contentarme he con pucheros y tocinos de la caridad.
    De lo que aquí adelante sucediere a Lázaro no concierne a mi honra sino a la suya.

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